Capítulo I
EL DESCENSO AL BOSQUE
Aquella era una fresca mañana. En la cumbre de la Montaña Norte, en el risco más alto, reposaba impávida con su vista confiada y perdida en la lejanía, el Ave Inmemorial. Emitió un graznido al infinito que, retumbó en el eco que recorrió solitario el cielo. Inmediatamente, el ave dio un pequeño salto y realizó una finta para agitar sus imponentes alas de más de dos metros de envergadura de punta a punta. Para después iniciar el vuelo. Sin hacer el menor esfuerzo planeaba por el cielo despejado, dominaba las alturas con su fiel compañera, la soledad.
Una cama de nubes como algodón constituyó un plano debajo del vuelo del Ave Inmemorial. Lentamente comenzó a descender rompiendo las motas de algodón de la cama de nubes. Una gélida brisa rozó su pico y sus alas, sin inmutarse, dio un leve aleteo y prosiguió su descenso. Lo que era una cama de nubes, se transformó en un techo de nubes. Divisó a la distancia el bosque, su destino. En el bosque verde y perfumado, árboles majestuosos cargados de frutos y exuberantes flores, le aguardaban. Liebres y ciervos, a través de los claros del bosque, se distinguían desde la altura, mientras retozaban en el pasto.
Las lechuzas habitantes del bosque no se percataron del vuelo de reconocimiento que, sobre ellas ejecutaba el Ave Inmemorial.
Después de cumplir un par de vueltas sobre el bosque y el río contiguo que lo nutre, el Ave Inmemorial se posó en una de las ramas del roble más grande del bosque, donde su presencia no quedaba oculta a sus habitantes.
Las lechuzas formaron una sociedad cerrada y son las aves que dominan el bosque, fundaron un estado con un rey y ministros. Las aves del bosque de cualquier especie están sometidas a esa autoridad. Cuando un ave que no pertenece al bosque arriba a él, las lechuzas la someten al control y normas del estado monárquico.
Capítulo II
ASAMBLEA DE LECHUZAS
Una lechuza centinela llamada Getik observó el aterrizaje del Ave Inmemorial, desde un árbol adjunto, giró su cabeza de forma parsimoniosa, como si analizara con detalle cada movimiento del ave intrusa.
Las orejas de la lechuza parecen un par de plumas erguidas a cada lado de su cabeza, posee unos ojos inmensos que, transforman su rostro en sólo ojos. Sus plumas color terracota, en diferentes tonalidades, le confiere un camuflaje perfecto, en medio de la espesura del bosque. Su pico corto, curvo y fuerte es una tremenda herramienta para desgarrar la carne de sus presas. Un par de garras vigorosas la ciñe fuertemente a la rama o a su presa, según sea el caso.
Otra lechuza centinela de nombre Menok, se posó al lado de la primera. Las lechuzas centinelas se acercaron a una posición cerca del tronco del árbol en el que se encontraban, aparentemente transmitían una señal de alarma al resto de la sociedad de lechuzas.
Hacia más de cincuenta años que ningún Ave Inmemorial descendía de los riscos de la Montaña Norte. Esta generación de lechuzas, conoce un mito acerca de la existencia de una supuesta ave de presencia magnífica que, dieron por nombre Inmemorial. El mito sostiene que esa hermosa Ave Inmemorial, visitó alguna vez a la sociedad de lechuzas, y que misteriosamente, varios de sus miembros desaparecieron, surgieron múltiples versiones, desde que, las lechuzas desaparecidas fueron atacadas y exterminadas por el Ave Inmemorial, hasta que habían huido de la sociedad junto con su compañera mística a regiones desconocidas.
La sociedad de lechuzas ha evolucionado tecnológicamente en los últimos cincuenta años, cuenta con un sistema integrado de comunicación, a través de un alambre muy fino, casi transparente, que llega a cada hogar en el hueco del tronco del árbol de cada lechuza en el bosque, y permite enviar mensajes simples de alerta, peligro, celebración, abundancia, amistad, cambio de estación, entre otros.
El par de lechuzas centinelas sin tiempo que perder, informaron a través del sistema integrado de comunicación, la presencia de un ave desconocida y extranjera, por eso su acercamiento al centro del tronco del árbol en que se hallaban. Uno de los ministros de la Asamblea de Ministros, les ordenó a las centinelas que, llevaran al extraño ejemplar ante el rey y la asamblea.
Una vez recibida la instrucción, las lechuzas centinelas volaron hasta la rama en el roble donde se hallaba el Ave Inmemorial. Una por cada lado del ave y con mucha precaución, ya que las lechuzas son de la mitad del tamaño de la inesperada invitada. Con cautela y algo de temor Menok rodaba primero una de sus patas, para luego con lentitud aproximar la otra, y así, paulatinamente, se acercó hasta el costado del Ave Inmemorial. Getik más precavida, esperó por el otro costado a una prudente distancia, para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. Su expectación redunda en las historias acerca de esta especie de ave mística que, había escuchado durante su infancia.
– ¿Quién eres? – Dijo Menok de manera fría y directa.
El Ave Inmemorial giró lentamente su cabeza, dirigió su mirada hacia abajo en ángulo de cuarenta y cinco grados, y dijo con calma en su voz:
– Mi nombre es Zor.
– Yo soy Menok y ella es Getik. Tenemos orden de llevarte ante la presencia del rey y de la asamblea de ministros, ya que eres un ave extranjera. Te invito cortésmente a que nos acompañes, para que comparezcas ante nuestras autoridades.
El Ave Inmemorial asentó con su cabeza sin emitir palabra. Getik alzó el vuelo seguido por Menok, detrás de ambas el ave que, llegaría a conmocionar a la sociedad de lechuzas.
Las tres aves llegaron hasta un claro en el bosque, adyacente al río. Pequeños arbustos circundaban el claro. Por un lado el claro está bañado por la rivera del río y por el lado opuesto un gran tronco seco y horizontal dispuesto sobre el suelo, sirve de asentamiento para discusiones y deliberaciones del rey y sus ministros. Comenzaron a posarse sobre el tronco las lechuzas hasta que lo poblaron totalmente.
La lechuza rey, es un ave vieja con sus plumas algo desarregladas, su carácter se agrió con el tiempo en la lucha por el poder y con un tono de voz ronco y divertido. Sobre su cabeza exhibe una pequeña corona de metal dorado corroído y descolorido. Su corona, en tres de sus cinco puntas, finaliza con una piedra de color rojo sangre.
Los ministros son lechuzas seniles, ataviadas cada una con un collar grueso y pesado elaborado de colas de ratón, que simula que llevasen a cuestas una corona navideña, de las que colocan en las puertas de las casas, poseen un carácter amargado por la postergación de satisfacciones en sus vidas, a consecuencia del terror al futuro. El ejercicio de su magistratura implica la esclavitud perenne de sus sensaciones, lo que genera una ceniza diminuta y gris en su sistema circulatorio, que opaca irremisiblemente su condición natural de ave.
Delante del tronco ante el rey y sus ministros, en el centro del claro, se ubicó el Ave Inmemorial, detrás de ella dando sus espaldas a la orilla del río, estaban las centinelas Getik y Menok. La sesión estaba matizada por el arrullador sonido del correr del agua por el río.
El rey y sus ministros embargados de temor, no dejaban de admirar el color blanco níveo, en el ordenado plumaje de la intrusa, su pico corto y puntiagudo de color negro, y su rostro con ojos negros profundos, pero cargados de una bondad inconmensurable, sobre la hierba sus patas anaranjadas, estilizadas y preciosas, fuertes sin llegar a ser unas garras, sostenían con hidalguía la embestidura de aquel hermoso ejemplar de la naturaleza.
El rey con su voz áspera y gutural, comenzó el interrogatorio:
– ¿Quién eres y de dónde vienes intrusa?
– Mi nombre es Zor y vengo de los riscos de la Montaña Norte.- respondió el Ave Inmemorial con placidez en su voz.
– ¿Qué clase de ave eres?
– Sólo soy un ave. Mi dignidad viene conferida por ser un único centro sensible mientras mi cuerpo tenga vida. –con un tono categórico.
El rey rápidamente replicó. – ¿Sabes que nuestra comunidad teme al mito del Ave Inmemorial que, supuestamente llegó a este bosque hace cincuenta años?
– No, no lo sabía. Pero, sí sé que mi padre bajó a estos bosques hace mucho tiempo ya. –informó el Ave Inmemorial con un brillo de picardía en sus ojos.
Un murmullo se levantó entre los ministros, se agitaron sobre el tronco y llamaron a debate, el cual tenía regularmente lugar detrás del tronco, fuera del alcance de la vista del compareciente. La corona del Rey se desplazó en su cabeza y casi se le cae, sino es porque la sostiene con un movimiento certero de su ala derecha.
Acto seguido el rey dio un pequeño vuelo y, se incorporó al conciliábulo que, tenía lugar detrás del tronco. En un semicírculo formado por las altas autoridades de la sociedad de lechuzas, comenzó un murmullo que reflejaba la realización de un debate de opiniones. A los oídos del Ave Inmemorial y de las centinelas se escapaban frases como éstas: …es un peligro… ….hay que desterrarlo… …es una mala influencia.
Concluida la breve conferencia de las autoridades, únicamente, el rey se reinstaló sobre el tronco, sus ministros se quedaron ocultos tras él. El mandatario comenzó su charla:
– En nuestra sociedad –y arrugaba las plumas de su frente en señal de solemnidad- existe el mito del Ave Inmemorial, pero de ser cierta la existencia de tal ave, debe ser mucho más grande y fuerte que tú Zor, y con garras descomunales para cazar ratones. ¿De qué te alimentas?
– Me alimento de frutos que se dan en las cumbres de las montañas.
– ¡Ves! No eres un Ave Inmemorial. Lo suponía, no eres lo suficientemente majestuosa, ni fuerte para ser considerada esa clase de ave. Por lo que te prohíbo que te presentes con el título de Ave Inmemorial en nuestra comunidad. Dime, -continuó el interrogatorio del rey- ¿A qué has venido a nuestro bosque?
– Mi naturaleza es exploradora de la condición de las aves y recorro los confines del territorio en una búsqueda perenne. Por lo que mi viaje no tiene un propósito demarcado con anterioridad.
El Ave Inmemorial respondía con paciencia, los cuestionamientos del rey, mientras que, éste se paseaba de lado a lado sobre el tronco. Al cabo de un rato, el rey se detuvo, su corona se ladeó nuevamente sobre su cabeza y le confería un aire burlesco a su autoridad, y finalizó con el dictamen siguiente:
– La máxima autoridad de esta sociedad de lechuzas resuelve que, no eres un Ave Inmemorial. Que estarás acompañado a todas partes dónde fueres en el bosque, por las lechuzas centinelas que te hallaron y que dentro de tres días irremisiblemente deberás partir de este bosque.
Dicho esto, los ministros se posaron nuevamente sobre el tronco y lo ocuparon junto a su rey, con sus caras serias y fruncidas para demostrar una respetabilidad histriónica. El Ave Inmemorial repasó con su mirada el rostro de los ministros y del rey, después les dijo:
– Con todo respeto al rey y a sus ministros. Mi valor no se me otorga por el reconocimiento que me haga su sociedad de lechuzas, como Ave Inmemorial, ni ningún atributo que me quieran conceder. El valor depende de mi espíritu y mi voluntad, sólo en mi espíritu me fundo. Por lo que acato sin objeción alguna la resolución dictada por esta autoridad, en cuanto al tiempo que se me otorga es breve, pero intentaré aprovecharlo de la manera más eficaz posible.
Capítulo III
SOCIEDAD DE LECHUZAS
El Ave Inmemorial junto a las lechuzas centinelas, regresaron al roble que recibió a la misteriosa visitante después de su descenso de la Montaña Norte. Allí el trío pasó la noche.
A la mañana siguiente, el Ave Inmemorial en cumplimiento de la resolución dictada por el rey, que obligaba a Getik y Menok a custodiar en todo momento sus actividades, les solicitó:
– ¡Centinelas muéstrenme su sociedad de lechuzas por favor!
– Síguenos. –Dijo Menok con mucho entusiasmo en su voz, y fue la primera en alzar vuelo.
Después la siguió el Ave Inmemorial y por último Getik. La claridad del cielo en la mañana hacia el vuelo agradable. Las lechuzas se mostraban animadas por la interacción con la extraña ave, y contaban con excelente disposición para revelarle la forma de vida de las lechuzas en el bosque. Después de circundar una pequeña cascada, se dirigieron a un paraje en el que se hallaba una rústica construcción fabricada con ramas y palos livianos, era una especie de gran choza. La dependencia estaba dividida en salones para la enseñanza. Las aves observaban desde la distancia posadas en un árbol, cómo las jóvenes lechuzas hacían largas filas para ingresar en la choza, que fungía de escuela. El Ave Inmemorial les preguntó a sus guías turísticas:
– Amigas lechuzas. ¿Cuál es el objeto de esa choza y qué clase de enseñanza les imparten a las jóvenes lechuzas en ese recinto?
Getik que se sentía más confiada en compañía del Ave Inmemorial, ya que descartó la posibilidad de cualquier agresión de su parte, tomó la palabra y respondió:
– Esa es nuestra Escuela de Astucia en la que los jóvenes se preparan arduamente en la caza de ratones. –con un tono de orgullo y satisfacción en su voz.
– Sí –interrumpió Menok- en ese recinto la ciencia y tecnología de nuestros ancestros en la caza de ratones no se pierde y es transmitida a las nuevas generaciones de lechuzas. ¡Acompáñanos!
Las aves emprendieron el vuelo, pasaron por la parte superior de la choza como tres aeroplanos en vuelo de reconocimiento y descendieron sobre un árbol que brinda su sombra al patio de la escuela.
El patio de la escuela es una campo de entrenamiento práctico, sobre el suelo están colocados toda suerte de artilugios, trampas, huecos que simulan las madrigueras de los ratones, en fin todo un área de ejercicios de cacería de ratones. Después que, el Ave Inmemorial recorrió con una mirada escrutadora todo el campo de entrenamiento de las jóvenes lechuzas. Getik comenzó su diatriba:
– Amigo Zor, nuestra comunidad se fundamenta en el prestigio y reconocimiento que se obtiene a través de la caza de ratones. De esta manera las lechuzas más audaces y astutas cazan más ratones. Con las colas de los ratones cazados hacemos collares que, llamamos “Blin Blin”, y alfombras con las que decoramos los hogares.
– ¡Sí! Los collares como los que utilizaban los ministros que acompañaban al rey –exclamó el Ave Inmemorial.
– Ciertamente –dijo Menok-, los collares más pesados y elaborados los ostentan los ministros, y los suelos de sus hogares están tapizados de alfombras de colas de ratón. Getik y yo que tenemos un grado medio en nuestra sociedad como centinelas, ya comenzamos a tejer nuestros collares, pero aún no estamos autorizados para portarlos.
El Ave Inmemorial no dio opinión alguna, sus sentidos de manera aguda se consustanciaba con toda aquella realidad de la que era testigo, además, era matizada por la exposición de las centinelas.
Concluido el discurso de las lechuzas. El Ave Inmemorial cuestionó:
– ¿Qué más me pueden mostrar que, crean representativo de su sociedad de lechuzas?
– ¡Quieres ver nuestro mayor logro, vuela detrás de mí! – le dijo Getik y mientras hablaba ya había comenzado su aleteo para despegar.
El Ave Inmemorial y Menok la siguieron haciendo una formación en triangulo y surcando el cielo del bosque. Desde abajo el resto de las lechuzas murmuraban, pero no sentían preocupación por los recorridos que hacía el ave extranjera. Ya que las centinelas custodiaban cada paso que daba.
Esta vez las tres aves se posaron sobre una formación rocosa, frente a ella, está un gran tronco de árbol, dispuesto verticalmente sobre el suelo y talado como a una altura de un metro del suelo, de su interior salen miles de hilos metálicos casi imperceptibles, sólo la aguda visión de las lechuzas y del Ave Inmemorial podían captarlos.
– ¡Ese es el Centro de Comunicaciones que interconecta a todas las moradas en los árboles de las lechuzas de nuestra sociedad! –Dijo Menok, para después enfatizar- Como puedes ver Zor. A través de nuestra ciencia todos nos comunicamos y en nuestros hogares cada día existen mayores y mejores inventos. El progreso ha hecho nuestra vida más fácil y sencilla, por lo que ahora somos felices, porque nuestra vida es práctica.
Después de este recorrido. El Ave Inmemorial regresó al árbol que le servía de base de operaciones, aquel que lo recibió a su descenso de las alturas. Las centinelas no se habían alimentado y mientras una salía de cacería, la otra vigilaba al ave extranjera.
Capítulo IV
LAS CAVILACIONES DEL AVE INMEMORIAL
Amaneció en el segundo día de licencia otorgado al Ave Inmemorial para permanecer en la sociedad de lechuzas. Las centinelas la invitaron a una cacería de ratones. El Ave Inmemorial se negó y les manifestó que ya había visto suficiente acerca de su sistema social. Seguidamente les expresó:
– Centinelas deseo que me acompañen al pie de este árbol, quisiera conversar sobre lo que he visto, pero nuestras patas deben estar en contacto con la tierra.
Sin dudarlo las centinelas y el Ave Inmemorial volaron a tierra, cobijados por la espesa sombra del árbol de roble. Sobre las raíces gruesas y protuberantes del tronco, estaba una pequeña ardilla que, al cerciorarse de la presencia de las aves soltó la bellota que sostenía entre sus patas delanteras y huyó desesperadamente por su vida. Se internó en el bosque en búsqueda de abrigo y seguridad en otro árbol.
El Ave Inmemorial con su rostro contrariado dio inicio a su exposición:
– El ave que descendió hace más de cincuenta años a estos bosques, mi antecesora, no conoció la existencia de la Escuela de Astucia, ni el Centro de Comunicaciones. En todo este tiempo han multiplicado los utensilios en sus vidas y han fijado el valor en tener. Su finalidad ahora es exhibir los “Blin Blin” y las alfombras hechas de cola de ratón. También están permanentemente comunicados a través de los finos alambres del gran tronco talado.
– Sí, en pocas palabras en eso se basa nuestra sociedad.-dijo Menok con voz muy baja y dubitativa.
– Pero a pesar de la mejoría aparente en sus vidas y en su sociedad de lechuzas por las comodidades que le han brindado sus numerosos utensilios, su dicha no ha crecido en la misma proporción en que ha aumentado la utilización de la ciencia y de los aparatos, después de transcurridos cincuenta años. Amigas lechuzas –prosiguió el Ave Inmemorial- no se percatan que fijan la misma meta para todos los miembros de la sociedad de lechuzas. Cazar ratones y exhibir sus colas, que de esa manera fatigan al organismo despiadadamente y lo apartan de su verdadera esencia, lo cual les hace crear un vacío y una sensación de desesperación, como si vivieran en un laberinto sin salida. Sus vidas quedan impregnadas de una futilidad en la existencia, un sin sentido que está alimentado por la decadencia de obligarse a buscar todos la misma meta.
Las lechuzas se vieron entre ellas con los ojos más abiertos que nunca. En sus rostros se reflejaba la lectura que de sus corazones, había hecho el Ave Inmemorial. Ese vacío en la base del estómago que intentaban ocultar al resto de las lechuzas y lo que es más grave a ellas mismas. En medio de un silencio de cementerio y el pánico dibujado en los rostros de las lechuzas, el Ave Inmemorial prosiguió con su disquisición:
– No se dan cuenta que, su sociedad de lechuzas cazadoras de ratones, instruye a todos los jóvenes para la caza, todos recorren el mismo camino en la Escuela de Astucia. ¿Es que acaso no intuyen lo que sucederá por esto?
Getik sin decir una palabra, giró su cabeza lentamente de lado a lado, en señal de no saber qué responder ante el cuestionamiento del Ave Inmemorial. Menok por su parte estaba con el pico cocido. El Ave Inmemorial les comentó:
– Si todas las lechuzas se preparan en el acondicionamiento exclusivo de sus habilidades para cazar ratones, que es el único valor de su sociedad de collares y alfombras de colas de ratón. Entonces, cada lechuza en competencia con las restantes que acudieron a la misma escuela, para sobresalir por encima de sus competidoras, deberá invertir más horas en la cacería. Cazar más tiempo será la única forma de destacarse y conseguir el reconocimiento que tanto anhelan, entre lechuzas igualmente instruidas.
– ¡Es cierto! –con espanto dijo Menok-, nuestros padres sólo cazaban de noche. Ahora los jóvenes que salen de la Escuela de Astucia, cazan noche y día. Cada vez, nos vemos obligados a invertir más tiempo en cazar, cazamos más y más sin parar.
– No puedo descubrir por ustedes lo que sólo a ustedes corresponde descubrir. Sólo puedo mostrarles acontecimientos para que sean contrapuestos a sus sentidos, al dictado de la esencia que bulle en sus pechos, para que transformen su voluntad –con afabilidad y compasión hablaba el Ave Inmemorial-. Más allá de la Montaña Sur se encuentra el Lago del Amor y del Arte. Los convoco a que nos veamos allá, deben volar y traspasar el río que limita el bosque, bordear la ladera de la Montaña Sur e inmediatamente divisarán el Lago del Amor y del Arte.
Getik intervino para advertir a su compañera centinela:
– Menok recuerda que somos centinelas y no podemos abandonar el bosque, además debemos vigilar a Zor en todo lo que haga, pero no nos está permitido salir del bosque junto a ella, sería desobedecer a su majestad el rey. ¡Violaríamos la ley!
– Getik –dijo Menok y la miraba fijamente a sus grandes ojos- creo que algunas veces hay que trasponer los límites para poder reinterpretarlos, y ésta es una de ellas. Si no revisamos todos los principios que nos rigen pudiésemos estar perdidos. ¡Yo iré a descubrir lo que se halle en ese lago cuésteme lo que me cueste! –sus ojos se cargaron de una determinación indescriptible.
– ¡Me uno a la expedición! –dijo Getik sin titubear.
– ¿Por qué Zor no vuelas junto a nosotras hasta el Lago del Amor y del Arte? –preguntó Getik.
– Debo volar hasta las cumbres de la Montaña Sur para alimentarme, subiré en búsqueda de los frutos que sirven de sustento a mi cuerpo, para después descender hasta el lago donde nos reuniremos, en el período de un cuarto de luz solar de un día, nos veremos a orillas del lago.
El Ave Inmemorial partió y dejó atrás a las lechuzas, cuando se perdió del alcance de la vista de las lechuzas, éstas iniciaron su vuelo, para proceder a trasponer el río y bordear la ladera de la Montaña Sur, según las indicaciones del Ave Inmemorial.
Capítulo V
EL LAGO DEL AMOR Y DEL ARTE
Al momento acordado las lechuzas paradas a orillas del lago sobre una roca irregular y empinada, se quedaron maravilladas de la belleza de este paraje rodeado de árboles que se reflejan en el agua. La admiración de esta conjunción natural de agua, árboles y cielo despejado invitaba al deleite del espíritu, a la reflexión y al esparcimiento del alma en medio de una belleza plena. De pronto en descenso desde la Montaña Sur se vio el vuelo dotado de gracia del Ave Inmemorial, y como acariciada en los brazos del viento descendía suavemente. Al posarse al lado de las lechuzas, una de ellas lanzó el primer requerimiento:
-¿Qué hacemos aquí?
– Vamos a nadar en el Lago del Amor y del Arte.-respondió el Ave Inmemorial con una mueca y picó uno de sus ojos, como si se tratara de una travesura infantil.
– ¡Qué! ¡Te volviste loco! –dijo Getik, en una expresión que le saltó del fondo de su ser y sin pensarla.
– ¡Somos lechuzas no podemos nadar! –afirmó Menok.
– Saben muy poco de ustedes mismas. ¡Síganme! –dijo el Ave Inmemorial levantando su voz como un sargento a su pelotón y se lanzó en picada hasta el agua del lago, sin levantar agua, con su clavado olímpico.
Las lechuzas con timidez, desconfianza y una torpeza indecible se arrojaron al agua sin disfrutar la remojada, se quedaron en la superficie del agua del lago. Mientras atónitas veían como el Ave Inmemorial nadaba bajo el agua, ondulaba su cuerpo y cambiaba inesperadamente de dirección, como si de un delfín se tratara. Por su parte las lechuzas se limitaban a chapotear torpemente con garras y alas, hundían provisionalmente sus cabezas para mirar en el lecho del lago, cómo su irreverente amiga nadaba.
En el medio del lago sobre una rama de forma irregular que, sobresale sin hojas del agua, estaba posada una garza de plumas negras y de pico puntiagudo que, no prestaba importancia a los juegos de las aves y miraba las ondas desplazándose sobre el agua que, hace algunos instantes era un espejo calmo.
El Ave Inmemorial después de un par de vueltas de reconocimiento bajo el agua, se acercó a sus invitadas al baño en el lago y les dijo:
– Lechuzas por favor miren con detenimiento el fondo del lago.
Ambas lechuzas tomaron una bocanada profunda de aire, como si fueran a pasar todo el día debajo del agua y dirigieron sus ojos como faroles sumergidos, al fondo del lago. Desde el fondo bailaban suavemente de un lado a otro, al compás del agua unas algas que tenía la forma de las ramas de pino, sujetas por sus raíces al suelo arenoso del lago.
Sobre el fondo y entre las algas se veían unas piedras estáticas, grises y cubiertas de un lodo baboso, todas amontonadas sobre el suelo del lago con una similitud desconsoladora, se veían tristes, sin movimiento y con un destino cargado de fatalidad.
Las lechuzas permanecían sobre la superficie del lago, chapoteaban torpemente con sus cabezas hundidas y la respiración contenida para observar lo que se les presentaba en el fondo del lago. Las lechuzas elevaron un poco su mirada y percibieron que entre las algas de color verde intenso y plástico, nadaban unas piedras con aletas, de un sedoso color azul celeste y rosa pálido, de diferentes formas y tamaños, cada una nadaba en distintas direcciones, sobre su piel similar al terciopelo, sobresalen unas diminutas venas de color verde claro, que parecen irrigar las aletas de las piedras. Estas piedras parecían bailarinas, con cuanta gracia danzaban entre las algas, que perfección de movimientos, una vitalidad descarriada para nadar y fijarse su propio rumbo, definitivamente son una piedras vivaces, cargadas de una alegría inusitada, son la manifestación de una poesía. Admirarlas es disfrutar la efusividad de sus colores, son un espectáculo de la existencia, derrochadoras de autenticidad, naturalidad y sencillez.
Una vez asimilada por los organismos de las lechuzas la sustancia vital de las piedras con aletas. El Ave Inmemorial apoyó sus patas en el fondo del lago. Les hizo una seña con un ala a las lechuzas para que la siguieran y se impulsó desde el fondo del lago con todas sus fuerzas, subió como un torpedo, pasó junto a las lechuzas, fue expulsada del agua para aterrizar incólume en la orilla del lago.
Las lechuzas, chapotearon con dificultad y torpeza hasta llegar a la orilla, extenuadas como náufragos, estaban agradecidas de estar otra vez en tierra, el medio que les resultaba familiar, habían tragado algo de agua y sus oídos estaban tapados, pero éstos no eran males irremediables, al final se sentían satisfechas por su inesperada aventura acuática.
CAPITULO VI
EL DESCUBRIMIENTO
Las tres aves extendieron abiertas sus alas al sol, como si pretendiesen abrazar a un elefante, para que el agua desalojara sus plumas. Y así, poder volar nuevamente. Durante el proceso de secado del instrumento de vuelo. Getik algo meditativa inició la conversación:
-¡Acabo de descubrir porqué nos trajiste al Lago del Amor y del Arte! –con vehemencia y levantaba una de las plumas de su ala derecha como si fuera un dedo.
– ¿Por qué? –Dijo el Ave Inmemorial, con un rostro de asombro divertido, como si supiera la respuesta a la interrogante.
Getik rozó con una de sus alas la parte inferior de su pico, como si lo ajustase para comenzar a hablar:
– En el Lago del Amor y del Arte existen dos clases de vida, tanto para las piedras como para las aves.
– Explícame por favor. –le dijo el Ave Inmemorial.
– Hay una vida de desconfianza, repetitiva, reflexiva, cansada, vacía e inerme que es la vida que llevan las piedras del fondo del lago cubiertas de una arenilla babosa. Y hay otra vida de imaginación, intuición, creatividad, valor, color y vitalidad, que es la vida que llevan las piedras con aletas que nadan entre las algas. –Getik hablaba con inspiración y profundidad filosófica.
– Y nosotros que pensábamos que, al estar comunicados por el alambre todos los hogares, estamos más acompañados y vivimos mejor, lo cierto es que huimos en lo exterior, en el afuera de nosotras mismas. -dijo Menok.
El Ave Inmemorial mientras escuchaba la exposición miraba obnubilada el brote de un tallo tierno en la cercanía de la orilla del lago. A continuación pasó a comentarles a sus compañeras de aventura:
– ¡Definitivamente que gran contradicción! Ahora que están permanentemente comunicados, es cuando la mayor soledad los embarga.
– ¿Cómo pudo sucedernos estos? –Se preguntó en alta voz Menok, como si esperase una respuesta del cielo.
– Su sociedad de lechuzas necesita fabricar modelos simétricos, con iguales metas (caza de ratones) y gustos similares, para someterlas a través de lo que ansían, subyugarlas por los que les inculcan creer que quieren libremente.
– ¿Cómo nos revelamos a toda esa presión? ¿Destruimos la Escuela de Astucia y el Centro de Comunicaciones? – Inquirió Getik con desesperación en su rostro.
El Ave Inmemorial suspiró hondamente y avanzó en su conversación:
– No amigas. Obligar y coaccionar a los demás a hacer lo que consideramos nuestra verdad, sólo genera malestar, incluso, si se enarbolan ideales nobles o fines justos. El arrancarse la máscara prefabricada por su sociedad, es una lucha individual que debe emprender cada lechuza de manera particular.
– ¿Cómo? – Interrumpió Menok.
– Bueno. ¿Qué haces cuando te obligan a portar una máscara que te incomoda?
– Me la arranco del rostro. –respondió Menok levantando un poco los hombros en muestra de rebeldía.
– Ahí esta la respuesta. Tan sencillo como arrancarse una máscara del rostro.
– Y… ¿Si el rostro debajo de la máscara es más siniestro que el reflejado por la máscara? ¿No es mayor el peligro? –dijo Getik.
– Getik te voy a dar respuesta con otra pregunta –dijo el Ave Inmemorial- ¿Es que acaso una garza de plumas blancas y un cuervo de plumas negras, hacen algo para mantener esos colores en su plumaje? Ambos son ejemplares de la naturaleza, son como son…
– El sello de naturalidad, autenticidad y espontaneidad es a fin de cuentas nuestra verdadera distinción, como el plumaje de las aves que mencionaste. –le respondió Getik.
– Lo que les digo es que hay que mirar en el pasado a través de la hendiduras de la máscara impuesta, con la mente despejada y sin prejuicios para intentar descifrar en qué cosas sus sentidos han conspirado con todo su ser para elevarlas, transportarlas y exaltarlas. Cuando lo descubran será conocedores de un punto en el horizonte que perseguir, para llegar a ser quienes son.
Menok con algo de ingenuidad echó su cuerpo hacia delante, miró de lado a lado como si fuese a susurrar un secreto al oído y cargada de esperanza le dijo al Ave Inmemorial:
– Si hallamos esas cosas, aves y circunstancias que conspiran con nuestros sentidos, no habrá más lucha y seremos siempre dichosos.
El Ave Inmemorial hizo un leve chasquido con su pico en señal de contradicción y les dijo a las centinelas:
– No apreciadas amigas, el dolor y la lucha forman parte de la vida. Lo que sucede es, que el dolor y la lucha que su voluntad de manera irresistible les señale transitar, es el abrazo irremisible con ustedes mismas. No queda otra opción, porque vivir fuera del dictamen de sus sentidos es como dejar de vivir.
Menok irguió su cuerpo e hizo un parpadeo lento, como si asimilara lo esbozado por el Ave Inmemorial.
Durante la conversación se secaron las alas de las aves extendidas a la brisa y el sol. Juntas iniciaron el vuelo de regreso al bosque, la formación volaba más cerca que nunca, un lazo espiritual vinculaba una identidad especial una especie de aura bañaba el vuelo de las aves, se sentían en la conformación de una trinidad de espíritus libres. Se sabían imperfectas, pero respetaban los valores, perspectivas e intereses de cada miembro, se sabían reconocedoras del estamento vital para cada ser vivo.
El retorno al bosque se siguió a través de la falda de la ladera de la Montaña Sur. El sol comenzaba a ocultarse y las aves se desplazaban amparadas en un bello atardecer anaranjado, el aire tibio y el reconfortante sonido del agua del río les anunciaba la proximidad de la morada de las lechuzas, el bosque.
Capítulo VII
El Destierro del Ave Inmemorial
El trío de osadas aves exploradoras comenzó a trasponer el río, cuando fue arremetido por una bandada de no menos de treinta lechuzas, las cuales no cesaban de vociferar: ¡Traidoras!… ¡infractoras!… ¡renegadas!…
Cercaron en pleno vuelo a las tres aves. Tanto por arriba, por debajo, como por los costados.
Para el Ave Inmemorial en ese momento no hubiese constituido el menor problema realizar una maniobra acrobática y elevarse a diez mil pies del suelo, altura ésta inalcanzable para las lechuzas que pretendían aprehenderla. Pero aceptó el arresto que de ella hizo la bandada, para llevarla ante el rey y los ministros.
En tierra la situación será diferente, por el amplio número de lechuzas, el Ave Inmemorial no tendrá ninguna oportunidad y su vida estará en franco peligro.
El Ave Inmemorial sabía con certeza el riesgo que asumía y la posibilidad de perder su vida, entre cientos de picos enfurecidos.
Las tres aves insurrectas por violar el límite territorial del bosque eran llevadas al claro, en el que se celebró la primera audiencia el día en que arribó el Ave Inmemorial.
Desde el aire y todavía en vuelo, se veía al rey y a sus ministros sobre el tronco que les sirve de curul. El rey con su cabeza totalmente volteada hacia la espalda arreglaba con total comodidad las plumas de sus alas.
Esta vez fueron colocadas en el centro de la audiencia en el claro del bosque, el Ave Inmemorial y las lechuzas centinelas. Delante de las aves procesadas el tronco con las autoridades. Detrás el río y por ambos lados un centenar de lechuzas enfurecidas presenciaban la comparecencia de las aves insurrectas.
El rey dio inicio a la audiencia con su característica voz de lija:
– Bueno…Bueno…Bueno –como si estuviera calmado, pero al instante siguiente, irrumpió como un volcán en erupción, con sus ojos inflamados de rabia gritó- ¿Por qué te llevaste a los centinelas fuera de los límites del bosque? ¿Quieres despertar el viejo mito del Ave Inmemorial y destruir a nuestra sociedad? ¿Qué perversas enseñanzas impartes?
– Solo hemos ido al Lago del Amor y del Arte, al otro lado de la Montaña Sur. No deseo despertar ningún mito, no quiero seguidores ni discípulos y quiero que intenten fundar su vida en su espíritu y no fuera de él. –respondió el Ave Inmemorial con total circunspección en su voz y mirada.
– ¡AHH!… -el rey levantó ambas alas por encima de su cabeza y corona- debí escuchar a mis ministros que me aconsejaron expulsarte de mis dominios.
– Su majestad –intervino Menok- Zor no ha venido a sembrar la violencia, ni a obligar a nuestra sociedad a nada. Sólo nos muestra, para que cada uno de nosotros llegue a sí mismo, a través del dictado de sus órganos.
– ¡Indiscutible! Esta ave extranjera pretende revolucionarlo todo, es una terrible amenaza para nuestra comunidad. –dijo el rey con determinación.
– Espere majestad –dijo Getik- bajo las aguas del Lago del Amor y del Arte existen piedras con…
– ¡Suficiente! –interrumpió el rey- ¿Qué clase de somnífero le administraste a las centinelas, que soñaron haber nadado como peces bajo el agua?
– Pero…-intentaba intervenir Getik con la voz cortada y los ojos acuosos.
– ¡Silencio Centinela! –el rey miró fijamente al ave inmemorial- Zor debes agradecer que somos una sociedad avanzada, tolerante, justa y respetamos los derechos fundamentales de toda ave. Por esto no ordeno tu aniquilación en este momento. Pero, ordeno tu destierro para siempre de este bosque. Si osas volar de regreso, se te dará muerte y cada una de tus alas y patas desprendidas de tu cuerpo será exhibida en cada una de las fronteras del bosque. Cada miembro servirá como castigo ejemplar a los transgresores del orden. Tu cabeza será exhibida durante tres días en este claro del bosque, para después ser lanzada al fondo del río. Se te concede el último derecho de palabra antes de tu partida para siempre.
El Ave Inmemorial vio a cada lado un montón de lechuzas con la respiración agitada, intentaban contener su indignación. Sin embargo, un silencio mineral se apoderó del lugar de concentración, de alguna manera fue concedido ese último silencio para conocer las últimas palabras de la misteriosa ave, y dijo:
– ¡Lechuzas les dan una vida para ser vivida y mueren sin haber vivido!…
Dio un salto que, en cámara lenta jamás olvidarán las lechuzas asistentes a la audiencia y sus imponentes alas comenzaron a batirse en el viento, una fuerte brisa como si fuese un helicóptero cayó sobre las lechuzas espectadoras que, abismadas miraban la gracia y destreza de esta ave excepcional. El Ave Inmemorial voló hacia el cielo, hacia su altura, hacia su soledad.
Mientras el Ave Inmemorial decía sus últimas palabras y comenzaba su vuelo Menok y Getik, percibieron en ella algo de lechuza, sintieron que el Ave Inmemorial tiene una sustancia común con las lechuzas, fue una información arrojada en bloque por sus sentidos, algo como un relámpago les informó que existe un punto de comunión entre las lechuzas y el Ave Inmemorial, lo que les dio el convencimiento pleno para seguirla.
Menok y Getik se vieron a las caras, sus corazones latían desbocadamente, sin esperar el veredicto del rey y los ministros, corrieron como avestruces hacia el río para iniciar su despegue. El rey les amenazó:
– ¡Centinelas si se marchan, jamás se les permitirá el regreso al bosque!
Las lechuzas hicieron caso omiso al destierro proferido por el rey y despegaron, para volar frenéticamente en pos del Ave Inmemorial.
Capítulo VIII
LA TRANSMUTACIÓN
Getik y Menok alcanzaron en su vuelo al Ave Inmemorial. Sin notarlo esa preocupación inculcada por su sociedad de lechuzas, en cuanto a un futuro lejano e imperceptible a sus sentidos, se desvaneció de sus corazones. Sólo se preocupaban por batir las alas en vuelo, por la sencillez y consustanciación con su entorno, era el despertar a su verdadera naturaleza, más allá de los valores ajenos e impuestos, pasaron a sentir la vida, para poder declarar que viven la vida.
El Ave Inmemorial, Getik y Menok, se acercaban a la cama de nubes, los rayos solares casi se extinguían en el horizonte y la temperatura descendió como presagio de la llegada de la noche.
Las lechuzas se internaron en medio de una neblina densa como un velo vaporoso, que les impedía divisar que se avecinaba en su incansable vuelo. La primera en superar la espesa capa de nubes fue el Ave Inmemorial. Después, ¿Cuál no sería la sorpresa de Getik y Menok, al emerger de la blancura de las nubes transmutadas como aves inmemoriales?
Sí, Getik y Menok las lechuzas, se transmutaron en aves inmemoriales. Por sus sensaciones lo sabían, pero lo corroboraron cuando vieron la dimensión del cuerpo, las plumas blancas, el pico negro y puntiagudo, los ojos negros y abismales y las patas anaranjadas, en el ave que acompañaba a cada una a su costado en vuelo, era como mirarse en un espejo.
Ahora cada una de las nuevas aves inmemoriales es dueña de su espíritu, su libertad se traduce en la expresión de una sensibilidad que marca el rumbo de su existencia. Una sensibilidad intuitiva e instintiva que juega con la razón y la ciencia a la que su sociedad de lechuzas le rinde tributo. Se arrojaron las máscaras y atrás quedo la necesidad de los collares y alfombras de colas de ratón, en el bosque permanecerá la sociedad de lechuzas con sus picos ensangrentados, sobre los cadáveres de los ratones.
En el viaje que seleccionaron las nuevas aves inmemoriales como forma de vida con un propósito interior inagotable, eventualmente se toparán con otras aves inmemoriales y compartirán parte o el resto de su camino, pero sólo si deviene del dictado más sentido de ellas mismas. De esta manera el Ave Inmemorial, no es una especie rara y excepcional de ave, es sólo un tipo de lechuza que fijó su propio camino.
El Ave Inmemorial que descendió al bosque cuando se halló ante el rey y los ministros, mintió acerca de su padre, no fue éste quien descendió a los bosques hace cincuenta años, fue otra lechuza transmutada. Zor es una de las lechuzas desaparecidas que dio origen al mito en la sociedad de lechuzas, mintió para no imponer una pesada carga sobre los hombros de las lechuzas, por intentar igualarla. La característica fundamental de cada Ave Inmemorial es que cada ave realice una interpretación creativa del universo. Por lo que, corresponde a cada lechuza determinar que sus tesoros sean “sus tesoros” y sus luchas “sus luchas”, y jamás los tesoros y luchas que le ordena e impone la sociedad de lechuzas, para asignarle un valor a cada sujeto.
El Ave Inmemorial es un ave que perdió la vergüenza de ser ella misma, lo que le permitió el regreso a la tierra…
Enrique Guillén
@piedraconaletas