Luego de cuatro (4) meses de protestas en las calles del país, más de un centenar de muertos, y una consulta a la ciudadanía en la que participaron siete millones y medio de almas en todo el mundo (16J); la oposición venezolana se debate en el dilema que tal vez defina no solo la posibilidad de reconquistar el poder, luego de diecinueve (19) años en manos del Socialismo Bolivariano, si no, del regreso de la democracia como de forma de gobierno, vale decir, la posibilidad de recuperación económica y de forjar un futuro de progreso y bienestar para las siguientes generaciones.
La marcada tendencia totalitaria del gobierno de Nicolás Maduro con fundamento en una Asamblea Nacional Constituyente de dudosa legitimidad, abrió como única ruta posible para la preservación del poder, una fórmula muy elemental y a la que innumerablemente recurren los gobiernos dictatoriales: ”si no puedo por la buenas, tengo que poder por las malas”.
¿Cuáles son las malas? el uso excesivo y abusivo de la fuerza; el amedrentamiento del adversario político con la manipulación de las instituciones, como el Poder Judicial para encarcelar a adversarios a través de juicios amañados, y con leyes y argumentos estrafalarios, como lo son: la traición a la patria y el terrorismo -ley contra el odio-, en el que se unen en concierto, jueces, fiscales del ministerio público, el defensor del pueblo y hasta medios de comunicación como VTV.
Como es bien sabido por todos, la línea política de la oposición a partir del mes de abril de 2017, fue decretar que el gobierno de Nicolás Maduro es un gobierno eminentemente dictatorial; que su fuero está impregnado de autoritarismo, y que el último recurso que resta a la ciudadanía cívica y responsable, era plegarse a la constitución del año 1999, en cuyos artículos 333 y 350, consagran aquel noble principio enarbolado por el naturalista Henry David Thoreau denominado la ”desobediencia civil”, recordemos que Thoreau se negó a pagar un impuesto, cuando su país -E.E.U.U.- fomentaba una guerra con Méjico y toleraba con hipocresía la institución de la esclavitud.
La aplicación de la desobediencia civil ante gobernantes inescrupulosos y dispuestos al «todo o nada», no es una tarea sencilla, asumir el compromiso ético que supone ir a la calle para no abandonarla hasta conseguir remover al gobierno despótico se traduce en un precio alto que pagar -en otro artículo señalé que convocar protestas pacíficas en la calle, suponía dar por descontado la muerte de jóvenes que enfrentarían a un adversario omnipotente y desesperado-, sin embargo, esa fue la línea adoptada por la oposición, cuya materialización o momento cumbre se resumió en las tres (3) preguntas sometidas a consulta popular el 16 de julio de 2017.
Con el transcurso del tiempo nuestras más oscuras sospechas se confirmaron, nuestros gobernantes insensibles ante: la muerte de jóvenes en las calles; la crisis humanitaria de desnutrición y falta de medicamentos; la ruina de la economía, y con ella la caída en picada de la producción y las empresas; se mostraron fríos, calculadores e interesados únicamente en la preservación del poder a toda costa.
Estas circunstancias tan apremiantes, no llevaron a los gobernantes de turno a la rectificación, ni mucho menos a mover un milímetro la posición adoptada. Por el contrario, se lanzaron de cabeza a promover el supuesto medio de solución de todos los males que nos aquejaban y se formalizó la elección e instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, a partir del 30 de julio de 2017.
La oposición tuvo que enfrentar la cruda realidad: el desalojo de Nicolás Maduro y su entorno del poder debe llevarse a cabo mediante una pugna de fuerzas, pero las armas las tienen ellos -los gobernantes-. Bien lo hizo ver el Ministro Padrino López descargando sus pistolas y ametralladora en el Fuerte Tiuna, mientras era captado por el lente de la cámara, con respiración acelerada -casi ahogado en ¿una disnea por la falta de ejercicio físico?-, nos dejó saber, su disposición a tomar las «armas de la República» para defender la revolución, vaya contrasentido.
Hacer una lucha armada sin armas, resulta en el aniquilamiento de la parte que no las posee.
La oposición venezolana había tomado una ruta y ahora como cuando se ingresa a un callejón sin salida, se ve obligada a regresar por donde entró, con sus consecuencias.
De manera que, surgen dos (2) posiciones ante la crisis, una ética y otra pragmática -utilizo el término no en el sentido académico conferido por el creador del pragmatismo Charles Sanders Pierce, sino en el sentido coloquial, vale decir, decisión práctica, mediante el ejercicio racional de sopesar del costo y el beneficio-.
Veamos, desde el punto de vista ético, la oposición emprendió una lucha en la que se decía que la calle no se abandona en el ejercicio de un derecho ciudadano consagrado en la constitución nacional como lo es la “desobediencia civil”, hasta tanto no se dieran las condiciones para ir a una elección limpia, entre ellas el nombramiento de un nuevo CNE. En el ínterin miles de jóvenes manifestantes fueron reprimidos brutalmente, cientos de ellos perdieron la vida y otros pasaron a engrosar la lista de presos políticos, que a la fecha perdieron su libertad.
Ante ello María Corina Machado en una postura valiente, decidió mantenerse firme con la decisión de desconocer el régimen del gobierno dictatorial de Nicolás Maduro -consulta del 16J-, en coherencia con esta decisión no puede acudir a un comicio electoral conducido por un CNE parcializado por la tendencia oficialista, bañado de sombras y dudas, luego que la empresa Smartmatic emitiera un comunicado en el que establece que la elección de la ANC fue manipulada.
Esta decisión de María Corina Machado denota un profundo compromiso ético con sus principios, muy en la línea de un Nelson Mandela, es decir, personas que abrazan un postulado, lo hacen suyo y lo llevan hasta las últimas consecuencias, así acarree prisión o incluso la muerte.
Por el otro lado, está la postura desplegada por Henry Ramos Allup y otros partidos de la MUD, según la cual, los partidos políticos de oposición no pueden ceder espacios; que en el pasado con este CNE se ha ganado gobernaciones y alcaldías; que con los testigos de mesas el fraude puede evitarse, etc.
En definitiva los partidos de oposición reconocen que no tienen una forma de operar ante un régimen dictatorial que no sea la negociación, ya que el recurso a que los empuja el gobierno -acudir a las armas-, como en alguna declaración lo ensalzó el gobernador del Táchira Vielma Mora, no está disponible para un partido político, ya que no están preparados para ese tipo de confrontación, porque en democracia los partidos políticos no se van al monte a la guerrilla, ni dan golpes de estado como lo hacen los militares descontentos, si no que confrontan ideas, para que aquellas ideas que se hacen populares y cuentan con el fervor de sus ciudadanos se impongan en el marco del sistema democrático.
De allí que estos dirigentes de oposición en la Mesa de la Unidad -MUD- tuvieron que “reparametrizar”, es decir, reformular estrategias y procedimientos, volver a establecer parámetros para rivalizar con el gobierno.
Maduro envió el mensaje a la oposición “no salgo, sácame”. El mensaje de Maduro, Vielma Mora, Padrino López a la oposición fue claro y sincero: las armas las tenemos nosotros, quien quiera venir a sacarnos, tendrá que quitarnos el revólver.
Los dirigentes de oposición en un franco reconocimiento de sus limitaciones, se dijeron no somos aptos para acudir a una lucha armada, Maduro es dictador, pero no tenemos la aptitud para sacar a un dictador por las armas, tenemos que permanecer en la lucha en el marco de nuestras limitaciones, a través de la utilización de la palabra, de la participación en comicios y en el debate público, así intenten manipular las elecciones y nos coloquen en desventaja -lo cual damos por descontado que sucederá-.
Para concluir, la realidad política venezolana nos coloca en un verdadero cruce de caminos de índole ético, porque aquí como en la verdadera decisión de tipo moral, no hay decisión acertada, cada venezolano tiene el deber de actuar conforme al dictado de su alma, para al igual que lo hizo nuestra dirigencia adoptar una decisión.
Tal vez este llamamiento resulta descomunal, porque llevamos vidas precarias desde el punto de vista espiritual y nuestro momento histórico demanda este tipo de posicionamiento -el espiritual-.
Por una parte, la ética estoica de María Corina Machado, de morir con las botas puestas en la desobediencia civil en solidaridad con presos y fallecidos, por otra parte, la decisión práctica de Henry Ramos Allup y los políticos que van a participar de los comicios regionales, que se reconocen no aptos para acudir a una lucha armada -no están preparados para ello- y deciden patalear en el reducido espacio que le confiera un régimen marcadamente dictatorial. Como ejemplos históricos de la primera postura Nelson Mandela, como ejemplo histórico de la segunda postura Mahatma Gandhi.
Las opiniones acerca de la falta de unidad de la oposición vista como una desventaja o como un mal que afecta a nuestra dirigencia, resulta sumamente cruel, recordemos que en teoría los partidos de oposición propugnan una forma de gobierno democrática, para ello la democracia auspicia la contradicción de ideas, el disenso, es decir, que no todos estemos de acuerdo todo el tiempo y en todas las cosas.
En este sentido, la libertad de opinión es la vía que permite a los demócratas darse cuenta de sus errores, que surjan nuevos planteamientos y nuevas formas de ver realidad, que van sustituyendo a las formas antiguas y desgastadas. La democracia cuenta en su seno con la fórmula para erigirse como la mejor forma de gobierno, y es en definitiva, permitir la libertad de expresión y el forjamiento de ideas políticas, mediante ellas la ciudadanía consigue los nuevos caminos para mejorar y progresar, por el contrario, el comunismo y el socialismo bolivariano se basa en un pensamiento único, el cual se consigue por la fuerza, todo el que piensa distinto es desterrado y tildado de traidor, este tipo de sistema de mano de hierro, tiene un gran inconveniente, no se muda, no es capaz de ver los errores, le es imposible renovarse, de allí que siempre son las mismas caras, los mismos agentes del gobierno y de la opresión.
Si defendemos la democracia tenemos que vivir con la debilidad propia de ella, que es que las opiniones pueden o no confluir, que la suma de voluntades puede resultar con un propósito electoral o sobre un tema específico, pero ese matrimonio perenne es complicado que se de en democracia, ya que atenta contra las bases mismas del sistema, como lo son su capacidad de innovación, de reinventarse con nuevas ideas y con nuevos actores, circunstancias éstas que no ocurren en el comunismo.
A usted como venezolano debe decir qué postura se corresponde con su naturaleza y con su espíritu, tiene que escudriñar en su alma y decidir si votar o no votar, ambas posiciones tienen argumentos racionales que las sostienen, ambas posiciones son dignas para enfrentar a una dictadura, la primera, la desobediencia civil al estilo de María Corina Machado, es valiente, coherente y estoica, la segunda, al estilo de Henry Ramos Allup es práctica, consecuente con sus posibilidades, se hace lo que se puede con lo que se tiene, comprende y asimila sus limitaciones sin complejo.
¿Con quién se queda usted como venezolano con Nelson Mandela o con Mahatma Gandhi?
@piedraconaletas