Recientemente NETFLIX estrenó el documental “Cuba and The Cameraman”, realizado por el periodista de investigación y documentalista norteamericano Jon Alpert, ganador de 15 premios Emmy y 3 premios DuPont-Columbia, nominado en el año 2010 a los Premios de la Academia para documentales cortos por “Desastre Antinatural de China: Las Lágrimas de la Provincia de Sichuan”.
El periodista Jon Alpert comienza la cobertura audiovisual de las revueltas en Nueva York por reivindicaciones sociales, en la década de los setenta -1970-. En estas movilizaciones la población protestaba por la deficiencia en los servicios médicos, el racismo y la discriminación hacia los afrodescendientes, y los bajos salarios de los maestros, entre otras cuestiones. Simultáneamente surgió en Cuba la esperanza que dimanaba del auge de la Revolución liderada por Fidel Castro, el instinto del joven documentalista -en aquel momento rondaba sus veinte años-, inmediatamente trazó un paralelismo entre la evolución del sistema norteamericano capitalista y la romántica revuelta caribeña enmarcada en el socialismo.
En tal sentido, Jon Alpert emprendió una serie de viajes regulares a la isla durante casi cincuenta (50) años, para vivir de primera mano con familias cubanas cómo la promesa de una vida mejor, fue pulverizada por una realidad cargada de sufrimiento, escasez y privaciones.
Evidentemente, para cualquier venezolano que se tome el tiempo para asimilar este caleidoscopio de imágenes, emociones y sensaciones vividas por el pueblo cubano, partiendo de la reivindicación del más pobre prometida por la revolución, en sus inicios, hasta la muerte del líder carismático, es imposible no verse conmovido por la similitud del abismo en que hundió el modelo cubano a su gente y la repetición de la tragedia trazada por el liderazgo político de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro en nuestro pueblo venezolano.
Sin pretender hacer de estas líneas un “spoiler” del documental, quiero puntualizar las escenas que a mí entender pueden dar las claves del “sinsentido” del Estado Socialista como forma de gobierno para los seres humanos.
Existe un episodio anecdótico y fortuito que repercutió en el acercamiento del documentalista a Fidel Castro, lo que le permitió trabar si, se puede llegar a decir, cierta “amistad” con el líder de la revolución, y sin el cual, el documental no sería una pieza maestra, por lo que permito, pasar a relatar:
El propósito de realizar una cobertura audiovisual fuera de un estudio de televisión para la época resultaba una tarea titánica por el tamaño y peso de los equipos de grabación -más de cuarenta kilos de carga-, Alpert y su grupo se ingeniaron transportar el pesado equipo en un carro para bebés, de esta manera lograban obtener la agilidad necesaria para seguir a un personaje público o tratar los hechos inesperados que pudiesen suscitarse en este tipo de cobertura televisiva.
Resulta que en una de las primeras visitas a la isla de Cuba, Fidel se hallaba en un acto público y el periodista norteamericano realizó la cobertura del mismo -con su acostumbrado carro para bebés-, el militar se percató del artilugio e invadido por la curiosidad se acercó al periodista y lo interrogó acerca del fin operativo de aquella parafernalia, todo culminó en un acercamiento que permitió el reconocimiento del periodista por parte de Fidel Castro, para quien siempre tenía una deferencia; algunos comentarios o una breve entrevista, cuando así era requerido por Jon.
Llegó incluso a autorizar al documentalista a viajar en el avión con la comitiva del gobierno cubano a Nueva York, cuando Fidel Castro iba a hablar en la ONU, siendo Alpert el único periodista norteamericano que viajó con la delegación caribeña.
Producto de este viaje junto a Fidel Castro, el documental registra un hecho paradójico y que desvela el verdadero sentimiento de inferioridad de todo socialista, y es el siguiente: una vez que aterriza el avión en Nueva York, aborda el personal de inmigración y comienza a repartir las planillas que debían ser llenadas por todos los ocupantes de la aeronave, de inmediato comenzó un murmullo y se le exige al funcionario que aclare si Fidel Castro debe llenar la planilla, el funcionario informa que la planilla puede ser llenada por algún asistente del mandatario, pero que cada persona que viaja en el avión debe llenar una planilla de inmigración al momento de ingresar a la nación estadounidense.
El lente de la cámara capta la molestia del presidente cubano embutido en su uniforme verde militar y las protestas de sus acompañantes.
Uno se pregunta: ¿si son hombres del pueblo y para el pueblo, por qué esperan prerrogativas de reyes? ¿Si defienden los derechos del hombre de a pie, por qué aspiran a un trato preferencial?
Aquí queda retratada la doble moral socialista, que en el discurso moviliza el sufrimiento del marginado y se mimetiza con él, haciéndose ver solidario en su dolor, esto es, desde la misma posición -sufridor-, pero cuando alcanza el poder, se eleva y se siente superior como cualquier aristócrata medieval.
El testimonio que más me llamó la atención recogido en el documental, es el contacto con la familia Borrego, conformada por cuatro (4) hermanos: Cristóbal, Ángel, Gregorio y Lila, campesinos que cultivaban la tierra para vivir. Una vida sencilla de devoción al campo, de amor por el trabajo duro y satisfacción en las recompensas cotidianas.
En las primeras visitas los hombres mostraban confianza en la revolución y sus posibilidades, e incluso hacían tareas no remuneradas en favor del proceso de reivindicaciones socialistas cubanas.
A medida que la visitas a la isla de “Juanito” -así llamaban los cubanos a Jon Alpert-, avanzan, el documental comienza a reflejar la desazón, la falta de alimentos y el desabastecimiento, los servicios médicos operaban casi sin implementos y los pocos instrumentos médicos utilizados eran vetustos, se quedaron anclados en el pasado.
Para la década de los ochenta en la familia Borrego perseveró una sonrisa llana en sus rostros plagados de arrugas, una mirada cristalina que anunciaba que el trabajo físico era el mayor secreto de su buen estado de salud, a pesar de haber alcanzado los ochenta años de edad. Es imposible no recordar el personaje del “caballo” en la fábula “Rebelión en la Granja” de George Orwell.
El tiempo inexorablemente coloca las cosas en su lugar y el fracaso de la revolución alcanzó al campo y la escasez de alimentos se hizo patente. El principal producto de exportación de Cuba era el azúcar, y los Estados Unidos en medio del embargo económico inundó el mercado mundial con su azúcar, los ingresos de la nación cubana cayeron a mínimos históricos.
El látigo de la crisis impactó al campo de la isla, las cosechas de yuca eran robadas y la falta de proteínas hizo que los animales de trabajo -bueyes- fuesen robados y sacrificados para alimentarse de su carne. Además de un caballo; una vaca y varios terneros, se contabilizaron en las pérdidas de la familia de campesinos entrevistados en el documental.
Los Borrego sintieron el drama de la crisis, y Gregorio declara a la cámara: “Esto es horrible… es horrible, que uno trabaja y trabaja para que te roben lo tuyo”.
Cristóbal se muestra con la mirada baja, embargado por la tristeza de haber perdido sus bueyes y con ellos su forma de vida en el campo, se sienta solo en el silencio de su conuco sin sus animales y medita sobre su desdicha.
Una de las ventajas que tiene el socialismo de estado para preservar el poder, es la dificultad de comunicar el “sufrimiento social”, si es que existe algo que podamos denominar como el drama sufrido por un grupo de personas organizadas bajo un territorio y sometidos a una forma de gobierno. Este dolor o sufrimiento general durante una época, puede catalogarse como un “sufrimiento social”. ¿Quién lo mide? ¿Cuál es el Baremo: el hambre, las muertes, la miseria, la desesperanza?
Tal como decía Jorge Luis Borges:
“Las ruidosas catástrofes generales -incendios, guerras, epidemias- son un solo dolor multiplicado en muchos espejos”.
Que cien niños padezcan desnutrición o diez mil niños o cien mil niños, resulta complicado de comunicar, por eso el sufrimiento de un pueblo -lamentablemente-, es comunicado cuando alcanza niveles de tragedia o catástrofes inconmensurables, antes de ello pasa inadvertido.
Cuando la suma de espejos -remitiéndonos a la metáfora de Borges- comienza a despedir luces, destellos perceptibles por la comunidad internacional, es cuando se visibiliza el dolor, hasta tanto esto ocurre el sufrimiento de muchos pasa inadvertido y se traduce irremediablemente en una injusticia tremenda para esa nación, tal como sucedió en Cuba y como acontece ahora en Venezuela.
El dolor no es acumulable y por lo tanto no es comunicable, este es el fundamento de la perpetuación de regímenes deshonestos, crueles y tiránicos, que son capaces de infligir hambre, torturas y privaciones a su población.
El talento, la audacia y la perseverancia de Jon Alpert logró plasmar en este documental, no solo el fracaso del socialismo como forma de gobierno, sino la capacidad de una élite en el gobierno cubano para más allá de infligir ese dolor a sus coterráneos, proceder a un acto aún más vil, rastrero y degradante que el anterior, como lo es silenciar el dolor y el sufrimiento de una población.
Alpert en entrevista declaró cómo el gobierno cubano pretendió decirles en qué lugares podía grabar su documental y le asignaron un chaperón que debía seguirlos, pero el periodista con sagacidad, llegó a distintas personas y reflejó el drama de la realidad cubana bajo el gobierno socialista de Fidel Castro.
Lo más significativo fue que llegó -producto de este trabajo audiovisual- a multiplicar los espejos de ese “sufrimiento social” que vivió la gente de la isla de Cuba sometida a megalómanos, fanáticos y manipuladores que con el propósito de mantener el poder nos solo fueron los responsables de ese “sufrimiento social”, sino que acallaron las voces que pretendieron denunciarlo, rompieron los espejos que reflejaban la realidad del dolor en Cuba, todo esto por intereses mezquinos, egocéntricos y limitados de una cúpula beneficiada por la conducción del estado.
El modelo cubano fue copiado al carbón y se aplica tristemente hoy en Venezuela, esperemos que más pronto que tarde, los nuevos medios de comunicación, los líderes políticos y la sociedad civil, logren multiplicar los espejos y la realidad del “sufrimiento social” del venezolano sea atendida.
El “sufrimiento social” llegó a Venezuela hace rato, ahora nuestra pelea es poder comunicarlo.
@piedraconaletas