«MINDFULNESS» y El ‘Amor Fati»

En los últimos quince (15) años se ha difundido por varios países un sistema de meditación denominado “Mindfulness” o “conciencia plena”, también conocido como meditación científica. El propulsor del sistema de meditación es el profesor de medicina Jon Kabat-Zinn, nacido en Nueva York (1944) y creador de la técnica de Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena (REBAP) y fundador de la Clínica para Reducción del Estrés.
Jon Kabat-Zinn unió las técnicas ancestrales de meditación budista a los estudios científicos neuronales, -los cuales eran imposibles de llevar a cabo hasta la década de los años 70 del Siglo XX- de esta manera, las pruebas clínicas evidenciaron dos (2) beneficios fundamentales que arroja la práctica de la meditación budista, como lo son: a) una reducción de la amígdala cerebral que forma parte del sistema límbico, encargado de gestionar nuestras emociones, con lo cual se logra una disminución significativa de la ansiedad o el “stress”; y b) un incremento en la tolerancia del dolor, tanto físico como emocional, estimado entre un treinta (30 %) por ciento a un cuarenta (40%) por ciento.
Nuestra Cultura Occidental inmersa en el pensamiento deductivo, necesita de evidencias racionales para asimilar una práctica iniciada por el Budismo hace 2500 años y, así, con la prueba científica en la mano Kabat-Zinn ha conquistado adeptos al “Mindfulness” y ha logrado la expansión de la meditación, por encuadrase dentro de nuestra necesidad posmoderna de lógica, representada por la ciencia y la ley de la causa y el efecto.
Una de la palabras más utilizadas por Jon Kabat-Zinn en sus charlas y conferencias es “awareness”, aunque su traducción literal es “conciencia”, de allí que el sistema también sea denominado “conciencia plena”. Sin embargo, dicha acepción en su traducción al idioma Español pierde su relevancia, porque pareciera que el proceso de la meditación, intenta conducir a una toma de conciencia en el sentido tradicional, es decir, en la ponderación por medios racionales de las causas y los efectos, para tomar decisiones que se ajusten a la ley del mayor beneficio posible. No sería más que administrar medios (herramientas) para alcanzar fines.
Pero ésta no es la finalidad del sistema “Mindfulness”, en el cual se persigue un despertar a los sentidos, un reconocimiento al dictamen del cuerpo. Nuestro órgano más extenso es la piel, cada ser humano tiene aproximadamente cuatro (4 m) metros de piel, pese a ello, es el órgano más olvidado y porque no decirlo en algunos casos, es silenciado.
Por lo tanto para mí el término “awareness” debe ser tomado como un “despertar”, un despertar a los sentidos; un despertar del cuerpo y de sus señales; cómo el cuerpo protesta y se queja; cómo nos habla cuando las condiciones son las adecuadas, y entonces sí, se precipitan a la conciencia las señales emitidas por nuestro cuerpo y entablamos una comunicación con el ser.
Para decirlo en criollo “nos cae la locha” y comenzamos a comprendernos a nosotros mismos, comenzamos a dialogar con nuestro ser y sus apetencias, por contradictorias o irracionales que las mismas pueden llegar a resultar al pensamiento racional, y la vida cobra un nuevo matiz, porque podemos darle sentido a nuestra vida, conferirle una dirección, un propósito más allá de la lógica.
El objetivo de la meditación es intentar recibir el mensaje que nos comunica el cuerpo -las percepciones- sin la intervención del pensamiento racional, sin esa necesidad constante de rumiar las ideas, de la ponderación, de la influencia del pasado en el presente y la proyección del futuro a partir de los eventos del día de hoy. Aunque la finalidad es sumamente sencilla de ser enunciada, resulta extremadamente complicada llevarla acabo y materializarla en nuestra vida.
Para los entusiastas de la meditación quiero ofrecer algunas herramientas que se hallan fuera del campo del budismo y dentro del campo de la filosofía, con respecto a la aceptación de la realidad sin la perpetua intervención del juzgamiento. Para ello debemos invocar la idea del “Amor Fati” del filósofo alemán Federico Nietzsche, que esboza en el artículo 276 de La Gaya Ciencia, de la manera siguiente:
“Quiero aprender mejor cada día a ver como belleza lo necesario de las cosas: así seré de los que las embellecen. Amor fati: ¡que ése sea mi amor a partir de ahora! No quiero hacer la guerra a lo feo. No quiero acusar, ni siquiera a los acusadores. ¡Que mi única negación sea apartar la mirada! ¡Y en todo y en lo más grande, yo sólo quiero llegar a ser algún día un afirmador!”
Aceptar el devenir, el azar, sin juzgar, sin que intervenga el pensamiento y; a partir de esa realidad, que es nuestra, convertirnos en afirmadores de esa realidad, en un eterno decir ¡sí! a lo que viene y a lo que nos toca vivir, por adverso y contradictorio que nos parezca.
Pero ahí no se queda nuestra labor y la potencialidad espiritual que desprenden las palabras del filósofo de Basilea, quien no permanece en la pasividad, esto es en la aceptación inerme de una realidad fea que se nos planta frente al rostro. Esa espiritualidad a las que nos anima Nietzsche emerge de la frase: “…Así seré de los que las embellecen…”, con lo cual nos invita a ver la belleza en lo necesario de la cosas, es decir, a transformar a través de la creatividad de nuestro espíritu los aspectos negativos de la realidad en aspectos sublimes. De ahí la declaración magistral de “ser” los que embellecen la realidad.
Nuestra tarea espiritual va más allá de la disminución de la infelicidad por la aceptación de nuestra circunstancia, lo cual es posible a través de la meditación budista, como lo demuestran los estudios clínicos del cerebro y de la actividad neuronal. Si nos convertimos en entes espiritualmente capaces -agentes activos- para transformar las deficiencias de la realidad circundante, en posibilidades estéticas infinitas derivadas de nuestra capacidad innata de imaginación e ilusión, entonces, habitaremos en un mundo propio, creado por nosotros para darnos cobijo.
En una entrevista televisiva, le preguntan a Salvador Dalí -pintor surrealista-, si todavía se coloca azúcar de dátiles en los bigotes al pintar, a lo cual el excéntrico artista responde, que cuando pinta frente al mar, escucha en la radio la competencia de ciclismo “Tour de Francia” y se coloca azúcar en la comisura de los labios y en los bigotes, para atraer a las moscas de Portlligat -pueblo mediterráneo al norte de Barcelona España- , porque esas moscas, las moscas de Portlligat no son como las moscas que se posan en los burócratas, éstas son moscas limpias que se posan en las hojas de los olivos y que parecen que van vestidas de Balenciaga -modisto famoso de la época-.
Evidentemente, todos sabemos que las moscas del pueblo de Salvador Dalí son como todas las moscas del mundo y se posan en la basura y en el estiércol, pero la capacidad estética e imaginativa del artista interviene en esa realidad circundante y condicionante, para transformarla a través de su potencia espiritual. De esta manera, esa mosca repulsiva se transfigura en un añadido estético a su pasión que es la pintura y pasa a ser un elemento artístico, es una mosca vestida por Balenciaga, una mosca pulcra que se posa en las hojas de los olivos, muy distinta a las moscas repulsivas que van tras la basura.
Todos tenemos moscas que nos circundan, todos luchamos con aspectos desagradables y contradictorios que estamos llamados a superar y no solo a tolerar o a aceptar, de allí que la ponencia espiritual es una potencia eminentemente creativa, es una capacidad estética mediante la cual el espíritu transforma la realidad circundante, estamos llamados a transformar las moscas que rodean a nuestra pasión y llevarlas al súmmum de un paroxismo que se nos haga irresistible.
@piedraconaletas
Dalí y Las Moscas entrevista youtube: https://youtu.be/cRm0zE6y-Jg

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